Guara. Si el paraiso de un biker existe podría ser éste.
De Guara y otros lares.
Domingo 14 de junio. Ayer fue el día. El que esperé toda la semana, mientras limpiaba, engrasaba y ajustaba la bici, preparando los settings, soñando una salida gloriosa.
Guara te espera. Has quedado y no tienes ya solución. Un descolgao como tú te espera en la puerta. Sí, sí, sí. Allí me espera “Maño Lento”, el biker con los “atributos” más bajos del Reyno, por su forma de pilotar, amén de la altura, que algo influye. GGG. Sonriente y preparao. Metemos los bártulos en el coche y p’arriba. En menos que canta un gato estamos en contacto con la “Bulería de la Puebla”. Puro jarte y montalbán de Secano. El tío Sery. Nos señala por el guasat la pista de aterrizaje: el Mesón de Colungo. Un café, vuelta por la zona wifi y arreando. Nos fundimos con el resto de compañeros que esperábamos, allí estaban varios de ellos, unos por el café, otros cambiándose y otros preparando los arreos. Bueno que entre ponte bien y estate quieta nos juntamos 9 elementos con ganas de pedalear.
Conocidos casi todos, compañeros de rutas, lo cual hace más fácil el volver a dar pedales y entrar en sintonía. Siempre nos reencontramos en el monte aquéllos que hemos compartido más tiempo; en el medio más apropiado para nosotros, al que le hemos dedicado una parte extra de nuestra vida, como dice el Fito, nos reunimos bebiendo del mismo vaso, compartiendo el mismo aire.
A lo que voy vengo “pajara”. La ruta. El inicio atravesando el pueblo da paso a un primer barranco muy sencillo y algún tramo que pica para arriba en busca de Asque. La verdad es que para calentar “ya está bien la tontá”. El corazón se pone a tope en la rampica de marras, pero hay que subir obligatoriamente para conectar con la pista que nos conduce por la plana hasta la senda de bajada del barranco frente a Alquézar, en el Vero, jalonado de piedras traidoras que nos presentan sus respetos a la primera de cambio y en las que en un par de curvas enlazadas con buen desnivel y escalones -casi de rappelar- invitan a una servidora a dar un paseo por las aliagas. Sin consecuencias afortunadamente, dado que es el inicio y no voy muy fuerte, pero ya he visto de cerca un par de hormigueros y considero suficiente el riesgo asumido. Ya vale. Bajamos al puente, nos encontramos con la belleza de estas construcciones bien conservadas, hechas de sillares, con arcos cortos, apoyados sobre unos cimientos consistentes, a la medida de las avenidas propias de estos ríos continentales, abarrancados, lujo de unos y fuente de ingresos para otros, sobre todo los pueblos que jalonan la zona, privilegiados y sabedores del potencial que implica disponer de este paraíso para el deporte de aventura.
Sesión de retratos. Pasa y repasa. Sergio, Kikass, el tío Mzungu, Pep-Lucas, Rano y el Pischa, Diego y Mariam, hasta cerrar el grupo. Pista nos falta para ponernos en pose y se nos inmortalice sobre un fondo de cartón piedra incomparable. Puro postureo. Yo veo la subida y no me asusta. Esta no. Ya veremos. Mariam nos conduce en los primeros pasos de la ruta. Su GPS muestra el camino sobre el que navegar, esa traza invisible que es capaz de orientarnos en cualquier dirección. El calorcico empieza a pretar. Menos mal que mi colega me había “dado cremita”. No me la había aplicado pero bueno, algo es algo. Es muy suyo. Jijijiji.
Pintan bastos. Sólo son 750 metros de distancia pero hay que apretar el culo a ratos incluso tirando del ramal de la bici hasta llegar al pueblo. Ya estaba el tío Diego presto a que no nos despistáramos en ningún sitio por equivocación. Algunos no conocían la zona y está muy bien que alguien vele por el personal. La ruta ya tiene un tiempo y gracias a los colegas de la Zona Zero aprendimos juntos (cuando teníamos algo de pelo todavía) unas cuantas de éstas por la redolada. Ahora ya a disposición del personal de forma altruista se comparten en público gracias a estos compañeros del pedal desde su plataforma de internet.
Subimos en manada hacia el pueblo. Somos recibidos por una población con ese aire medieval, repulido, restaurado con un mimo digno de presentar a cualquier concurso y es que no en balde es uno de los pueblos más bonitos de nuestro Reyno, por supuesto sin desmerecer a ninguno. Mantiene una estructura urbanística árabe y judía que se conserva desde la Edad Media. Alquézar, declarado Conjunto Histórico Artístico, ha conservado hasta nuestros días el encanto medieval de sus calles y casas. Se localiza en el último cañón del río Vero, en un entorno paisajístico verdaderamente impresionante.
Llevamos tan solo 7,5 kms. Ahora bien, sólo falta lo peor. La subida nos espera y no va a dar tregua en los km de pista que debemos consumir desde el aparcamiento superior hasta el Mesón de Sevil. Caseta ganadera construida para dar servicio a los pastores que atravesaban el territorio desde Broto hasta Caspe en su periplo en busca de pastos y buen clima. Todo esto es muy bonito pero en el fondo lo que enmascara es una impresionante subida que te pone la patata al 100% sobre todo en la última parte en la cual aparecen tramos encementados que favorecen la tracción con el mal piso que se queda en invierno con las nieus y los chelos.
Del gráfico piramidal de desnivel nos hallamos en la cumbre ya a 1.266 mt. Nos hemos apretado 750 mts de desnivel positivo de tirón en poco más de 10 kms. Como unos hombretones hemos llegado a la mitad de ruta. Esto es lo que buscábamos todos. Debemos buscar ahora el retorno. Para ello se debe tomar la traza que rodea la parte superior para llegar al cruce del ciervo, los neveros y Losa Mora, también el abrigo del ciervo ………y tacháaaaaaaaaaaaaaaan la senda de bajada. Genial. Ahora viene lo bueno. Jijiji. Risa nerviosa, protecciones, badanas con frenazo, las pulsaciones de más y el desparramo, el humor negro, (según Joselu es como las piernas, o lo tienes o no las tienes). Gensanta qué paciencia me ha dao el Sr. para vivir junto a este elemento. Casi me mata de la risión. De cabeza. Pol position y para abajo volando sobre las lajas y la caliza que rasga las cubiertas si no miras dónde pisas. La Fuerza me acompaña. La senda es técnica y rápida, aunque fácil de conducir si conoces la limitación de tus ruedas, invita a ir más rápido de lo apropiado sobre curvas con patio y algún escalón poblado de dientes. Imaginaros por qué. Pero esta no es la ocasión para ello y en unas zetas enlazadas y un par de saltos elegantes llegamos a Basacol sin ningún accidente. Aquí empieza la senda rápida que conduce hasta un collado a vista de Alquézar que en la curva de izquierdas sin solución de continuidad nos llevará a Villacantal, zona reina de la ruta, placer inigualable, fuente de frescor y solaz para jabalíes. Un buen refresco es necesario a estas alturas, hidratación y comida son demandadas por el personal. Estamos justitos, no vamos sobraos. Alguno con falta de oxígeno disfruta como cochino en charca, incluso se mete al río como bajó de la bici, pero fresco. ¿Verdad Sergio?
Necesitamos remontar por el barranco dirección Lecina y ahora viene lo más hardcore. La subida por la trocha pedrogosa, asquerosa, solipandera, empinada, chuflamierdas y todo lo que se puede decir de una subida así. Sufrimiento en estado sólido, líquido y gaseoso. Sólo pido que algún día el Corte Inglés ponga una escalera eléctrica. Bueno relax, en 15’ llegas arriba. Tu balconcito con vistas sobre Alquézar y una pista ciclable que te va a conducir hasta Asque cómodamente. Aunque propiamente no diría suave, más bien entreverao, sube y baja, total el orden de los garbanzos no altera el potaje, pero en resumen bien de firme. Poco falta ya. Sólo la bajada hacia el pueblo y retornar al fondo del barranco para que en menos de 1 km te relamas los labios pensando en una ámbar bien fría. Y así fue. Se hizo un poco pestosa la salida aunque no hay más cera de la que arde. Y de esta guisa nos presentamos a refrescar en el Mesón con la mala suerte que no disponían ni de ganas ni de cocina abierta para darnos un refrigerio así que nos liamos la manta a la cabeza y con la suerte que acompaña en estas ocasiones justo enfrente había una terraza que prometía.
Llegados a este punto el tío Pep-Lucas y una servidora, que para eso nos pintamos solos, en un malabarismo virtuoso de habilidades sociales, conseguimos plaza para los 10 comensales en la terraza y nos metimos entre pecho y espalda más calorías de las que habíamos consumido en toda la ruta, vamos que de adelgazar, nastis de plastic. Nombramos base en Colungo. Ya sabéis en la curva, frente al Mesón.
Y con esto y un bizcocho se acabó el día. Pena de verdad, no haber podido disfrutar de una velada allí mismo mirando las estrellas, entre orujo va y orujo viene. ¡Ponme otro hielo más, por favor! Y en fin, esas cosas que todos sabéis…
Un placer vivir, el enduro. Gracias chavales ha sido un lujo disfrutar de una jornada de vida en libertad. Nos encontraremos en el monte.