Casi se me escapa la crónica de La Raca-Estiviellas, pero ya sabéis que en estos tiempos revueltos de verano y mucho Tour, casi no da tiempo ni para respirar. En un pis pas os pongo en situación para que os hagáis cargo de lo bien que lo pasamos al combinar un par de subidas que merecen la pena, ya sea de forma independiente, aunque yo creo que mejor unidas (o también con la opción de la Caseta del Vasco) dan idea de la magnitud del Valle y las posibilidades inmensas que supone dar un pequeño paseo sin salir del entorno de Canfranc.
Ahora está de moda el ciclomontañismo extremo más allá de lo estrictamente necesario, mezclando ya varios componentes antagónicos, -cito como ejemplo subir al Carretón- que lo haces una vez y luego dices: “Bueno, ya lo he hecho, conmigo no contéis más”; hacer la trail de Canfranc –al estilo de: quien muere pierde- rutas duras, ingentes desniveles, pasos imposibles y llegar a buscar dónde está el límite del aguante humano, el disfrute y la posibilidad de volver a casa y decir: ¡Eso lo he hecho y he sobrevivido!
Hace unos años ya leí en una revista americana que había una carrera que se celebraba en invierno y se realizaba en territorio de Alaska. Cruzaban lagos helados, salvaban desniveles infinitos y llanuras totalmente nevadas. Amén de la fauna autóctona que intentaban incluir a los sufridos ciclistas en su más bien exiguo menú. Con todos estos ingredientes alguno (está claro) que no llegaba a la meta. Pues bien, hoy en día estamos en ese trance. Menos mal que todavía algunos de nosotros no hemos perdido el placer por volver a tomar el vermout, nuestra cervecita tras la ruta y la portería consiguiente para poder compartir lo que hemos experimentado con nuestros colegas y poner en común una serie de vivencias que de otra forma no llegaríamos a sacar plenamente. Pero como dijo el torero: Hay gustos pa tó.
Es el caso de la Raca. Mil veces repetidas y nunca igual. Esta vez nos fuimos de extrangis y por casualidades de la vida coincidimos con un nutrido grupo de bikers del Enduro por Zaragoza. Desde Astún el plan pinta estupendo y el día claro. ¿Qué malo puede pasar?
Iniciamos la subida por las rampas de servicio de la estación y sin dejarlo en un ascenso de 600 metros llegamos a la cima de Raca. Cada uno lleva su ritmo de disfrute y sufrimiento de manera individual. Una vez arriba, todo es muy exterior, con vistas. Es lo único que nos alivia del esfuerzo. Aquí ya nos despedimos y cada mochuelo a su olivo. Dos grupos, uno pequeño (Los del Reyno) y otro más nutrido (Enduro por Zaragoza).
No voy a abundar más sobre esta bajada porque ha sido comentada en varias ocasiones en este foro y es nítidamente una muestra de nuestro “Wisthler” particular, puro Pirineo y btt en estado primigenio. P’habernos matao.
En Canfranc coincidimos con el festejo del 87 aniversario de la apertura de la Estación, sobre el cual os pongo una referencia con las que poder ilustrar este acontecimiento:
https://www.youtube.com/watch?v=7p9loEK33qc
Más allá de la historia y el folklore nosotros nos centramos en la ascensión a Estiviellas por el PR que sube en una preciosa senda entre el bosque de hayas, fresno y gran variedad de árboles de hoja de caduca que tan buen color nos aportan en Otoño y ahora nos proporcionan un frescor y un agradable olor a vegetación y a humedad.
Si antes sólo éramos 5 aberronchos, ahora se nos unen dos elementos más en la subida. Carlota y el tío Bor-jamóndeyork (namber guan de los descensos y el terreno “portolomalo”)
Vaya, ya estaba yo todo serio y centrado y se me ha ido la inspiración. Así que Santa Biela de Hollowtech II os pille confesaos. A ver, que me disperso. Después de una birra que nos marcamos el tío Peque, Lorenzo, Adri, Tarrino y una servidora se ven las cosas de otra forma.
La subida es fina filipina. Hay que estar muy bregao para conseguir subir ciclando la p**a cuesta sin que te salte un pistón por la aleta delantera. El corazón se pone a 1000 por hora y la técnica en cada curva saca lo mejor de cada uno. En cualquier caso siempre queda echar pie a tierra y empujar del ramal la bici hasta donde sea menester. También apunto aquí que en vez de subir por el final (más al Norte) se puede tomar el sendero de al lado del Ayuntamiento que es más ciclable. En cualquier caso ya no hay solución. El tío Lorenzo ya está embalao. Madrequécaló. Alomojó entre los árboles se lleva bien. Por ser optimista no se pierde ná. Curva, otra curva, -en subida, naturalmente- más curvas, la ppppp****a curva, jodeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeeee, pero es que no se acaban nunca ¿o qué? Tranqui. Ya queda poco. Esto es más largo que una meada en moto. Pero como siempre todo esfuerzo llevará su recompensa, esperamos que las vistas reconforten nuestras ánimas. No sé si perderé la salud en el intento. Ya vamos por 1400 metros de desnivel positivo y esto no para.
Por fin llegamos al muro de contención de avenidas, el final. A partir de aquí todo es cerrar el círculo, bajar, y ……………no sé qué es mejor. El camino tiene su aquél. Con más trampas que una película de chinos nos lanzamos a la aventura del descenso. Casi te falta el aire. Velocidad absurda con curvas de horquillas sobre los 270º. Ramas que no están cortadas y nos cierran a la altura de los ojos, algún árbol caído, etc. Vamos que si fuerzas un poco das más volteretas que un gato. Y con un patio a dcha y a izda que se te ponen los pelos del culo a punto de nieve.
Venga pues. A topeeeeeeeeeeeeeeeeee. Curva con peralte, sin peralte, sin curva……….zas en toa la boca. Larramadelcopetín. Bueno es lo que tiene el bosque. Sigo. A tramitos cortos, manteniendo el flow, con vistas y claroscuros de entradas y salidas del frondoso paraje se hace mucho más divertido. Así ya no ves. Sólo falta bajar con piedras en los zapatos para ir más joío. Pues mira, dicho y hecho. Me quedo en una curva, a ras, sin suela de la zapatilla. ¿Qué hago ahora? Pues nada, pongo el contador de conocimiento a 0 y sigo. Así vamos bajando tras el tío Borja y Loren, trazando, enlazando, creando trazadas imposibles hasta que “la piedra del camino del famoso corrido mexicano” se cruza en mi camino y me deja un siete en el flanco de la rueda trasera por el que cabe una moneda de euro. Cagontxós. Esto es lo que faltaba. Ahora que menos mal que estábamos a poco del pueblo. Los últimos metros de desnivel, casi sin freno, sin rueda que arreglamos con la cinta americana del Lorenzo y que a la postre salvó la intervención, me facilitó la posibilidad de llegar. En un grupo compacto, Jesús, Carlota, el Peque y yo nos rehicimos para juntarnos.
Menudo día: rueda, freno, zapatillas… Vamos que cuando se entere “La cuenta corriente” le va a dar un retorcijón de tripas. Es lo que tiene este terreno de laja suelta y zaborros como lavadoras. En fin, sin consecuencias. Acabada la ruta y con los colegas dispuestos a recuperar los coches ya sólo resta echar unas cervezas como colofón, o comer por algún lugar de la Val.
Ya sabéis que no distinguimos lo mejor de la ruta; la ruta en sí? La portería con los colegas? El disfrute de la adrenalina? Como el orden de los garbanzos no altera el cocido cualquiera de ellas en su medida justa te deja listo para poder soportar otra semana de trabajo, de rutina, de vida plana, intentar sentir que no estamos muertos, que formamos parte de algo. De la gran familia del btt. Endulerlos hasta las trancas.
Zans primos. Otra vez en el monte. Las mismas caras, las mismas miradas, risa, felicidad…..El psiquiatra me ha dicho que para acabar con la ansiedad en el trabajo me busque un hobby…
A ver dónde encuentro yo ahora un puto enano de la Tierra Media….
Saludos de Tija, Lagar Tija. Y por supuesto del resto de endulerdos: Lorenzo, Adrián, El Peque, Jesús, Carlota, Borja.