EL REYNO DE LOS MALLOS
Por el Reyno de los Mallos.
Este fin de semana tocaba mucha paz y sobre todo disfrutar de la compañía de los colegas para poder comprobar lo bonito que está el monte. En vista de que no teníamos excesiva capacidad de maniobra por lo apretado de la agenda montera, véase la carrera Guara Trail, aparte del inicio de la temporada de caza, no quedaban muchas opciones. En estas cavilaciones estábamos sumidos mientras tomábamos un café. Como consecuencia decidimos cambiar la vuelta a la Gabardiella por un paseo en el Reyno de Berta. No es mala opción ni mucho menos, con el día que hacía, un auténtico regalo del Otoño. Rumbo pues a destino, hacia Riglos, paraíso del escalador y de los senderistas avezados en busca de retratos inolvidables y espectaculares a la vista de la luz del día.
Riglos. Bar el Puro. Allí nos recibe bajo un aura de misterio, dentro del bar con ventanas sobre el Pisón, con vistas de los primeros escaladores, los más madrugadores, en trepada recia sobre un conglomerado marrón anaranjado de la tierra madre, con el fondo sin sol pero bañado en una calidez reconfortante hasta el punto que el deportista iba en camiseta de tirantes. El café consiguiente no iba a ser perdonado. Allí me tocaba hacer de cicerón a mis dos colegas que no conocían la zona en bici. Aquí se puede decir que estoy como pez en el agua porque el entorno es más que conocido. Amén de que mi Santa Esposa (nótense las mayúsculas) pertenece a un pueblo de la zona y ya conocéis el dicho.
Pues nada empezaremos con la ruta base y sobre la marcha veremos qué se puede hacer. Entiendo por ruta base la vuelta circular a los mallos, empezando por el barranco de los Clérigos, cita obligada en enduro y su espectacular subida por la senda poblada de cajigos, buchos, pinos, aliagas y laureles por doquier. Un poco fuerte el inicio, es verdad, pero así entramos en calor. La senda se abre paso entre la vegetación para salir sobre una zona más despoblada conocida como Santo Román, en un collado que nos dirigirá a la espalda de los gigantes de piedra. La pista está más o menos conservada pero por supuesto ciclable. En la parte más pendiente junto al desvío de la Solana, se hace un poco pestosa, pero salvo este repecho es más que agradable. Siguiendo el cordal nos acercaremos a la parte trasera del Mallo Colorao, que dejaremos a izquierda para continuar por el balcón sobre la Foz de Escalete y las vistas a Monte Cúculo, San Salvador y Peña Oroel. A nuestra espalda Puchilibro nos observa y adelante la bajada hacia el PR92 que conduciría a La Peña, muy roto y poco ciclable a estas alturas del año. Nosotros optamos por tomar la senda que nos lleva hacia las Articas y hacer un pequeño 8 para conocer la zona y poder bajar un par de senderos antes de la bajada de piedra. Pero……………..¡ay! Madrequemelohanroto. No puede ser. Todo, todo, todo está lleno de setas. Modo descerebrao ON. Bici al suelo y al ataquerrrrrrrrrrrrrrrrrrrrrr.
En menos que canta un gato estaba detrás de los buxos buscando, oliendo, rastreando, viviendo la seta. Allí están agazapadas esperando. Brujas. Ladinas. Son féminas, que confabulan, maquinan, urden, se muestran poco, pero ahí está el podenco siguiendo el rastro de su olor, de su senda, en su misma cama. Vamos que me cegué, para qué quiero adornar si resulta que es uno de los placeres de la vida. En 10 minutos cogimos rebollón, vimos lepiotas, suilus, coprinus, morro de corzo y alguna variedad más que no conocemos y por tanto ni tocamos. Un verdadero placer disfrutar del monte. Pero claro subíamos a hacer bici y tenía remordimientos de conciencia por mis colegas que esperaban conocer la zona en bici y poder hacer alguna bajada, así que con gran dolor de corazón abandonamos la zona para bajar desde Articas, hacia la Peña, por el sendero, disfrutando del maravilloso “masaje aragonés” en medio de las aliagas y acebos que nos dejaron las piernas como para hacer un desfile en el Madrid Weekend Fashion. El más pincho de todos estaba con si se hubiera follao un gato. Estas plantas……….
La verdad es que nos costó poco y nada más salir sobre la pista el remonte se hizo agradable dentro de lo que cabe porque ascender a buscar el inicio del sendero de nuevo por aquí es bastante más que duro. En fin, se sobrellevó a base de pretar el culo y de echar la vista bajo los caxicos y yerbas en busca de alguna “furtiva”. Enseguida llegamos a la senda y aquí no quedaba otra que decidir. O coger más setas o bajar. Mi alma se encoge pero a lo que voy vengo. Nos ponemos las protes y le damos hasta el Circo de Verano.
Lo que antes nos costó 1 hora, iban a ser 10 minutos escasos dándole cera por la senda. En un pis-pas sobre las articas. Inicio. Un último consejo de prudencia para bajar por la senda, poblada de senderistas, piedras como la cabeza de un crío, lavadoras, cortados, regachas del tamaño el sombrero de un picador, y saltos a tutiplén. Protegidos y listos. Culo preto. Es mejor que no entre ni un pelo a martillazos. Ya sabéis “senda limpia y rápida”. Esta frase define perfectamente parte de una cultura del mundo biker: La de hijoputismo redomao. Lo que nos espera es tetica de monja pero hay que ser precavido. No es ni la más bonita, ni la más peligrosa, ni siquiera la mejor que habéis hecho, pero es preciso resaltar que la zona mítica que atraviesa no es comparable con ninguna. En un marco embaucador, mágico, sublime, cuna de más de 100 años de escalada, de gente de monte, dura, atrevida y pionera, origen del alpinismo aragonés, en fin, poblada de mucha historia.
Por eso es preciso bajar con el respeto que merece. A topeeeeeeeeeeeeeeeeeee. Piedra, más piedra, jodoestaquégorda, otra piedra, zas, zas, zas, escalón GORDO. Bueno esto parece delicado. En nada una pareja conocida. A charrar. Bueno, continuamos. A trazar por donde puedas. Otro agujero, jodopetacaquégordo. A desmontar. Hacia la fuente y el portillón. Esto sólo es el calentamiento. Ahora empezamos. La senda se hace más técnica pero ciclable. Con un gran desnivel sobre piedra suelta comienza a pillar velocidad y tú ves los frenos como amigos. Los bojes también, pero menos. En última instancia será tus salvadores, pero…….es mejor fiar a tus reflejos.
En un sin fin de zetas sobre piedrecillas resbaladizas llegas a la base del Pisón. No está de menos echar una mirada al lugar donde te hallas. En medio del Pison, Firé y su aguja del Puro. Espectaluznante. Sobrecogedor. Sobre una glera infinita que te lleva hasta el pueblo. Precioso. Es necesario hacerla por lo menos una vez. Ahora bien, no es plato de gusto para todo el mundo. Y mucho menos para los que sufran de emociones fuertes, así que con cuidado.
Llegamos al pueblo y nos deleitamos viendo escalar, rato, rato y rato. Una cerveza y un plato de longaniza frita con pan y tomate, reconfortaban nuestros estómagos, y es que Ramón nos trata a cuerpo de rey. Un placer volver al Puro. Aquí pues y en este estado toca decidir, otra vuelta o para casa. En fin, está la cosa por volver al hogar prontico, así que no lo pensamos mucho y de bajada. Un día corto, intenso y de nivel óptimo de charrada.
Un placer saber compartir todos los placeres a un tiempo, desde la convivencia hasta las setas. En el fondo qué más se puede pedir. Un día de monte.