Cuando acaben las fiestas del Pilar…Hacia la media tarde caerá la noche como una losa. Tendremos cambio de hora a la vista. Acordaros, cada año indefectiblemente a final de mes se realiza este ritual horario impuesto por el Estado con el fin de garantizar yo qué sé qué cosas abstractas e inconmensurables. Los días se vuelven muy cortos y la oscuridad larga. Eso quiere decir que necesitaremos darle al rodillo -si es el caso- cuando no podamos salir al monte entre semana. Pero mientras tanto disfrutar.
Con todo, este finde ha sido intenso, mucha fiesta, mucho concierto, muchas ámbars, hamburguesas a tutiplén y tiempo para disfrutar con los colegas. Ha sido un inmenso placer poder compatibilizar tanta actividad, además de haber podido salir al monte en busca de algo casi olvidado por mí. ¿Qué es? La práctica del rally, en su estado puro; algo que me han estado poniendo al alcance de la mano durante las últimas semanas los colegas de mi pueblo y que a la postre se ha manifestado como el germen que estaba guardado, archivado en un rincón de mi mochila. Ha salido el “alien” y se ha mostrado. En esta disciplina de la bicicleta empecé y después de muchos años, a esto he vuelto temporalmente. Me sigue gustando, lo reconozco. Yo que he sido (y soy) un talibán del enduro no he podido por menos que reconocer, me gusta salir con la bici sin hacer distinciones. Ahora está de moda el ser especialista “en”, en clasificar tu actividad “en”, despuntar “en”, pero qué es lo que se busca. Sinceramente a estas alturas de la corrida ya es bastante simple lo que personalmente deseo. A mi modo de ver consiste simple y llanamente en poder disfrutar de un día de monte, bien con bici de rally, bien con la enduro, DH, e incluso si se tercia con la de carretera. Cada uno con lo que tenga a mano. Eso sí en busca de la satisfacción, en busca del placer infinito. Puro hedonismo, oiga.
Después de leer en el blog la travesía por Ordesa me puse en canción y al poco ya lo puedo decir: vuelvo a probar el rallye, rally, cross country, crocanti, pistas. Definiciones sobran para una misma actividad. El btt. ¿Y qué hicimos? Lo habitual en estos casos, salir a pasar un día al campo, en concreto por los montes de Zuera, subiendo y bajando, pista arriba, sendero abajo, cruzando campos inmensos, campos de soledad, llanos inacabables y montes de pino, incluso una zona que se había quemado hace unos meses que aprovechamos para alparcear. Sin prisa, parando a reconocer los brotes verdes, la fuerza de la naturaleza abriéndose paso sobre las cenizas. Una mañana en la que seguir un trazado indefinido previamente, hecho a medida del pedaleo en un marco incomparable como los pinares.
Desde mi pueblo, atravesando los campos de labor para llegar hasta el pinar, pedaleando en pistas anchas bien cuidadas te sumerges en el mundo del rally, del esfuerzo por conquistar la pequeña loma que da paso a otro cruce, a otra paridera, a un abrevadero, un otero, una colina, una pardina más y así hasta el final del tiempo previsto en la salida. Aquí no es cuestión de ascender una montaña para luego bajar, aquí se trata de conseguir el rendimiento deseado, el equilibrio entre el esfuerzo y la mayor distancia recorrida para llegar a casa con la satisfacción de haber realizado una ruta bonita, de sentirte vaciado a tu nivel de entrega -hay que llegar manso a casa– y por encima de todo de compartir un buen rato con tus amigos. Mis compañeros del pedal, de los que puedo decir sin temor a equivocarme son garantía de una estupenda mañana de btt, un placer que devolveré en forma de invitación en otros entornos de los que puedan disfrutar igualmente siendo yo el guía. Julio y José Mari, rodadores de rallye villanovense, conocedores de la zona en cuestión, los cuales me fueron desvelando los paisajes y alrededores de nuestra casa con igual placer que si fuera la primera vez que rodara por allí, porque debo confesar que a pesar de haber trabajado la zona siempre descubres un pequeño detalle, un camino nuevo, una lugar con encanto y eso es un “valer” que decía la “agüela”. Ayuda bastante también una buena conversación para pasar esos ratos en las pistas rectas, eternas, inacabables. Te sientes a gusto, te descarga y relaja de toda una semana en un ambiente radicalmente diferente. Es bueno variar de actividad y no creo que sea la última vez que me deje llevar por una invitación de este tipo. Fue un placer el reencuentro con mi antigua bici –preparada al efecto con ruedas finas, suspensión dura, reloj cuenta-km, posición hacia adelante-. Mi bici de all-mountain, que guardo con cuidado, que mimo porque me ha dado muchas satisfacciones, me vuelve a alegrar y reafirma mi idea de lo que fue el mountain bike.
Un abrazo primos. Saludos de Tija-Lagar…Tija