Una ruta de bajada.
Eso me dijeron. Entonces pensé yo que podría festejar la noche anterior y que tampoco supondría mayor problema. Ese era el plan. Bueno, pues así planteado pinta bien: Noche de Todos los Santos, un roneo, unas cervecitas, en plan familiar, perooooo, ya sabéis lo que pasa. Total que me echo al coleto un par de estocadas dignas de un espadachín del diecisiete (s. XVII) y luego que pase lo que Dios quiera, asumiendo riesgo. Allí soy yo. Del mismo Norte, oiga. Al día siguiente viaje hacia Ainsa. Descargamos material y justo durante el café matutino una variación inicial en la organización logística. Fase I: Traslado en coche hasta El Casal y acto seguido (fase II) ascensión y descenso por tracción animal hasta el final de la ruta. Buenoooooo. Ya verás tú, ya verás.
El inicio se presenta lo suficientemente claro como para no retirarse, puesto que el día es magnífico, hay suficientes bikers, la bici está en condiciones y se prevé una bajada digna de mención. Pues hala, hacemos de tripas corazón y subimos al tran-tran hasta la Collada. Total ¿qué mal pueden hacer 650 mtros de tirón en desnivel positivo para calentar? Dicho y hecho. Mecagontoloquesemenea. Qué sudada compays. Hasta la goma de la braga se me había estirado. Es lo que tienen las rutas “rápidas y sencillaaaaas”.
Después de todo, el enduro es un deporte sufrido… y ¿dónde vas a estar peor que en casa? Frase mítica “donde las haiga”. Nada, nada. Emprendemos la vuelta desde este punto que se puede considerar el inicio real de la ruta o rutas (porque unimos dos) y con ello toda la parafernalia asociada a la bajada. La Collada. Fotos, comida, ponemos a secar la ropa, portería a tutiplén con los aborígenes que nos encontramos, puteo al perro de turno que estaba tocando los ***, y un largo etc de acciones previas.
Hora de la verdad. Ajustamos los settings. Amortiguador caliente, en posición de tragar, frenos limpios, cambios en desarrollo largo y músculos tensos, incluidos aquellos de la parte posterior trasera justo bajo la espalda. Ains qué angustia.
Supongo que la gente que no tiene contacto con este tipo de aventureros nos mirará como las vacas al tren, pero entiendo que ver a un marciano con la pinta que llevamos debe dar para una conversación frente al fuego y para más. Cascos integrales, protecciones, botas, mochilas, máquinas de recorridos laaaaaaaaargos, y frenos del diámetro de una paella de 12 raciones, son para santiguar a cualquiera que no esté, como dice el puto anglo: “Ride your wave”.
Tiraaaaaaaaaaaaaaaaaa, p’abajo. Primer tramo de la Max V1. Un buen descenso, técnico, sin nada que envidiar los bosques de Whistler que aparecen en los vídeos. Trazando las zetas y salvando las trampas tus antebrazos se desgastan en un breve espacio de tiempo para quemarse en menos que canta un gato. Están más socarrados que la moto de un hippie. Con lo cual el tramo hasta el cruce de pista, desde donde se remonta, sirve para saber lo que te espera. Puro flow. Del auténtico, genuino masaje oregonés, aberroncho style. Un pequeño remonte nos agrupa a la hora de afrontar el segundo tramo de descenso, o lo que sea. La verdad es que también se pedalea bastante en la misma cota salvando obstáculos naturales, consecutivos, como gleras, raíces abundantes que hacen que tu suspensión se menee más que la compresa de una coja, musgo, los buxos que son amigos tuyos, puesto que serán el freno a la hora de pararte en una hipotética caída montaña abajo desde la senda y un sin fin de vegetación arbustiva.
Largo tramo, sufrido y precioso. Hasta la bajada. Una recta que enderezas con la mente en blanco. Recta de verdad. Inclinada hasta lo peligroso te proyecta a velocidad absurda. Bajas el culo y te pretas a la rueda para bajar el centro de gravedad lo suficiente (sin perder el control del manillar) porque llega a tal punto la velocidad que provoca más que adrenalina algo de mieditis. A mí no me gusta hablar, pero a alguno no le cabía un pelo a martillazos por el culo. En fin, tramo delicado que da paso al siguiente de pedaleo y traslado hasta la siguiente cota donde descender. De aquí a Oncins y Torrelisa. Un sendero maravilloso, jalonado por paredes de piedra, con un firme de bolos tamaño lavadoras y un feeling especial, sólo apto para endureros.
Habrá que parar a comer y a descansar. En todas las empresas se fuma. Bajo una carrasca que nos flanquea. Es el mejor sitio para encender los ánimos sosegados ya por el desgaste y platicar con los colegas sobre las incidencias técnicas. Y todo esto pensando en que todavía estamos al 50% de la “bajada”. Madremiadelamorhermoso.
Me tira la sisa, me duele hasta el aliento y estoy cansado. No sé lo que me espera pero el ánimo lo mantengo como un jabato. Más me vale. El inicio de la bajada de la ruta 4 coincide con la Max V1, hasta Planillé. IM-PRE-SIO-NAN-TE. Al que no le gusten las emociones fuertes en forma de piedra: Por favor que no vaya allí. A mí se me peleaban los dientes por salir de la boca. Pobre suspensión. Así es, sin exagerar, a lo que vamos. Enseguida se torna sendero ascendente y nos remonta a la última parte que conecta con la Max V2. Ufffffffff. Llevo todos los flujos a punto de nieve. La temperatura del radiador sube por momentos y voy por la tercera camiseta.
Sabiendo que nos esperan dos tramos de la EWS, Enduro World Series y las margas características de Ainsa el personal se crece. La primera conocida, de hace poco y la segunda, parte de tiempo atrás cuando estaba en plena forma porque ahora estoy en forma redonda (que también es otra forma). Bueno, a lo que voy vengo. Iniciamos el bosque y las curvas a ritmo infernal, con un goce que se me hace la boca “pesicola”. Velocidad, adrenalina, control, vamos, que te gustas. El resto del equipo a ritmo más que rápido. Así hasta la Cresta del Cuervo donde frenamos por si las “flies”. Nunca se sabe, una tollina aquí te cuesta un mes de hospital, mínimo. Pero las fotos, las pasadas y los comentarios son necesarios para un biker-portera, así que lo pasamos a ritmo y disfrute. Enseguida llega el barranco de salida hacia Ainsa y la zona final. Con lo cual nuestro nivel de esfuerzo era tan alto, tan caro, que las fuerzas se contaban por jarras de cerveza a consumir con la llegada al coche.
Punto final en el Mesón de L’Ainsa. Antes del puente. De verdad. Nadie ha podido guardar nada. Más que venas, llevamos pantalones de pana en las piernas. Brazos abatidos y cerveza para sosegar el desgaste. Sólo falta recuperar los coches y comer algo para reponer. La sensación que nos invade es de paz, de poder compartir el máximo nivel de esfuerzo y técnica, de saber hacer, sin incidentes, con prudencia dentro de un mínimo de riesgo y sobre todo de compartir una aventura de semejante calado. No salieron más de 26 km ni tampoco se fue mucho por encima de 1000 m de desnivel positivo, pero las 3 horas y pico de pedaleo no te las quita ni Blas. Y el día en comunión con el bosque otoñal, pintado, precioso, acogedor y primigenio te hace sentir en el paraíso.
Buen grupo, potente, sin estridencias entre niveles, una garantía de éxito en la ruta seleccionada y con final feliz en la pizzería. Ya estoy pensando en la siguiente. Por favor, que siga igual. Da gusto compartir caballeros. Ahora ………desearía que fuese en la Val d’Aragón que la echo de menos. Un abrazo kiolllls, nos vemos en el monte.
Bikers: Sylvestre, Ñandú, Tarrino, Mzungu, Zacarías y Lagartija. También tienen nombres como las personas, pero eso será otra historia.
P Pdta. Menudo estreno de la Specilized Stumpjumper del tío Zaca.
Os dejo un par de apuntes técnicos de la nueva máquina. Véase botón de ajuste del desviador trasero (presionado avanza hacia delante) para aquellas reparaciones con la cadena tensa y carenado bajo el cuadro para evitar el giro completo del manillar (en teoría).
Fotos: Mzungu y Tarrino
Texto: Lagartija
Saludos